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“La Fórmula para Emprender” (Planeta 2024) es el libro recién publicado por Daniel Bonifaz, emprendedor con múltiples proyectos: las Fintech Kambista y Flip, la aplicación My Good Week, el podcast Emprendedores, “que ya es una empresa en sí misma”, la empresa de contenido Biz a través de la cual 12 mil personas reciben noticias de negocios. “Y de ahí tengo una agencia de creadores de contenido”. En fiestas patrias, momento para evaluar la visión del país, pero también el rumbo personal, esta es su filosofía.
–Al inicio del libro planteas una especie de filosofía surgida de tu historia de vida. Fuiste seminarista y luego sentiste que habías perdido el tiempo y que tenías que ponerte al día. ¿Es el origen del impulso emprendedor?
Estuve en el seminario cinco años. A los 18 años entré para ser sacerdote. Me fui de viaje a Oruro, a Puno, y me di cuenta de que la única forma de hacer el bien es dedicándome completamente. Venía de un colegio católico de la Fuerza Aérea. Estuve con el Sodalicio y me fui antes de todo el problema con el Fundador. No me fui por eso, pero hice la conexión, aunque suene tonto, de que se podía ser una buena persona y tener una familia. Salí y luego todo fue un escándalo. El libro realmente parte de esa frustración de estar atrasado cinco años en mi vida y además venir de un escándalo. Me preguntaba, ¿cómo lo pongo en mi currículum? O me quedaba en la línea de carrera tradicional de diez años comenzando como practicante a los 28 o me dedicaba a emprender eso.
–Como dicen, las cosas pasan por algo. Pero igual partes de esa intención de hacer el bien, que se refleja en el libro, con una empresa como generadora de valor social. En realidad, no está tan lejos de esa vocación inicial.
Cien por ciento cierto. Solo que en mi caso recuerdo que defendíamos la idea de cambiar el mundo. Y una frase hizo que cambiara el rumbo justo antes de salir. “En vez de cambiar el mundo, ¿por qué no lo escuchamos?”. Y creo que eso está muy relacionado con el emprendimiento, porque a veces uno quiere emprender en su propio mundo y se enamora de su idea. Pero los negocios que más fallan son aquellos que no escucharon al mundo, que no entendieron qué se necesitaba por ambas partes: lo que necesita el mundo, lo que el mundo necesita de ti y qué es factible para ti hacer en el mundo para prosperar. Al final, el mercado mismo te enseña y debes estar abierto a ese mercado.
–Rompes con la idea común de la gran importancia de la idea. ¿Qué peso tiene el trabajo en equipo?
Las ideas representan el 1%. Al final, están sobrevaloradas, en mi opinión.
–En este mundo donde se valora tanto la épica de Silicon Valley y el momento Eureka. ¿Son engañosas las historias de mega éxito para aquellos que quieren dedicarse a emprender?
En gran medida, sí, están desconectadas de la realidad. Y una de las cosas que no encontré en su momento fue una guía práctica para emprender. Simplemente había estas teorías de “haz una presentación y consigue financiamiento”. Lo cual no fue mi caso. Necesitaba esa guía, necesitaba un mentor que me dijera cómo dividir el porcentaje de mis socios -donde cometí muchos errores- y hay un capítulo sobre eso. ¿Cómo establecer el precio de mi producto y mi propio salario como emprendedor? ¿En qué momento renunciar a mi trabajo para dedicarme por completo? Esa parte de guía es la intención del libro. Más que un libro de espectáculo, que hable de toda la historia y geografía del autor y cómo fue encontrando aprendizajes, quería que el lector lo pueda utilizar como una guía de consulta.
–Mencionas a muchos autores y trabajos, hay muchas citas. Hay un sustento.
Como seminarista, se estudia mucha filosofía y se lee mucho. Tenía el hábito de la lectura, pero cuando salí, mi pareja trabajaba en una empresa, hablaba de temas empresariales y yo no entendía nada. Comencé rezagado y no aprendí cosas en la universidad porque esta está atrasada cinco años en su plan de estudios. Mientras en el trabajo se decía una cosa, en la universidad se decía otra y por ende, necesitaba leer más. Libros de empresas, negocios, historias de negocios, eso me fue formando para decir “ok, cómo aplico esto a mi vida cotidiana”. Creo que ese hambre intelectual, esa curiosidad y mi vocación de enseñar, están muy relacionados. Aplicando y enseñando, así fue. Los libros fueron mis mejores maestros en ese aspecto.
–¿Cómo lo fuiste relacionando en tu trabajo en un emprendimiento como Kambista?
Emprender es como un camino medio existencial donde no puedes dividir tu trabajo de tu vida personal. Parte del libro son experiencias que quería plasmar de mi día a día, como si escribiera un diario sobre esto. Todo el proceso que pasé como gerente general al principio, haciendo de todo. Desde allí, comenzando con mis primeras delegaciones y luego viéndome más como el guardián de la cultura y la visión del negocio. Mi intención es crear mejores empresarios y personas al final.
–¿Cómo relacionar eso con la “cultura” empresarial nacional, que proviene de empresas familiares y tradicionales?
Perú es el país más emprendedor del mundo, más que Colombia, incluso México. El 59% de las personas ha emprendido en algún momento y el 65% desea emprender en los próximos dos años. Los peruanos son muy emprendedores, muy creativos, pero hay cosas que los limitan. Oppenheimer tiene un título que me encantó: ¡Crear o morir!, donde observa que, por ejemplo, nuestros países no tienen tantas patentes. Creo que hay una falta de tolerancia al fracaso en general y una falta de voluntad para experimentar. Precisamente en estas empresas familiares a menudo persisten la cerrazón, la burocracia y la gente no comienza a crear. El emprendimiento es una buena escuela para fracasar, aprender, experimentar de manera económica y rápida, y encontrar ahí la fórmula.
¿Es el emprendimiento un llamado de hombres y mujeres jóvenes?
No necesariamente. Cada persona tiene su propio ritmo y nunca es tarde para encontrar esa intersección entre lo que haces bien, lo que el mundo necesita y lo que te apasiona. Son esas tres cosas. No se sabe si lo encontrarás a los 40 o a los 50 años. En mi caso, lo encontré a los 30 años. No diría que hay una edad para emprender. Pero implica un gran riesgo. Y cuanto más joven eres, menos responsabilidades tienes. Es un mejor momento, por así decirlo. Tienes más oportunidades de arriesgar un poco más.
–Te refieres mucho a emprendimientos relacionados con tecnología. ¿En qué campo el emprendimiento puede florecer en el Perú?
Toda nuestra vida está digitalizada. Definitivamente las industrias. Hablo de las industrias fragmentadas con un NPS (Net Promoter Score) muy bajo. Hay muchas quejas en torno a esta industria y no hay un líder indiscutible. Existe una brecha o una diferencia fuerte entre el crecimiento de una industria que se estanca como seguros, banca, medios y la tecnología que avanza mucho más rápido. Entonces, en esta brecha es donde comienzan a surgir oportunidades. Todas las fintech que se han creado son un ejemplo. Yo he creado dos. En los medios de comunicación están los creadores de contenido y toda esta nueva corriente. La industria de medios va a cambiar radicalmente y hay muchas oportunidades pequeñas que se pueden aprovechar. Y el consumidor está cambiando mucho en ese sentido. Se vuelve mucho más selectivo, más exigente. Quiere las cosas de forma más rápida, todo inmediato, todo desde su celular. Y eso nos presenta diferentes desafíos.
–Todo el impulso que planteas en el libro está ligado también a la sociedad en la que vives. Acabas de hablar de las características emprendedoras del peruano. Al mismo tiempo, en los últimos años la migración se ha multiplicado. Es decir, los jóvenes capacitados o que deberían aportar ese valor agregado a su sociedad, ya no apuestan por ella. Sí. Migrar es complejo. Muchas veces, el migrante vive con nostalgia y extrañando porque nunca será su sociedad. ¿Esta es una filosofía que puede contribuir a ver las cosas desde otra perspectiva?
Recientemente realicé un estudio sobre qué tan rentable es un MBA y me di cuenta de que la mayoría de los peruanos regresan. No pueden estar fuera de su país. Además, es otra cultura, la comida, las reuniones entre amigos. El núcleo familiar es fundamental. Personalmente, creo que Perú sigue siendo un país de oportunidades. En mi caso, Kambista ya era un negocio que funcionaba hace diez años en otros países. Entonces, el hecho de estar 20 años atrás, siendo un país en vías de desarrollo, aún emergente, abre más posibilidades para emprender. No es solo un tema cultural nuestro, también es coyuntural. Si es un poco caótico y mucha gente puede decir “¿sabes qué? No quiero vivir aquí más”. Pero si lo ves desde la óptica de “en lugar de quejarme por los problemas, voy a buscar dónde hay una oportunidad”. En esos problemas cambia la situación, cambia la mentalidad y uno puede encontrar espacios para emprender. Todos mis emprendimientos están aquí en Perú, algunos también funcionan en otro país, pero aquí está mi centro. Hay una frase que me gusta: man of everything, man of nothing. Hombre de todo, hombre de nada. Al final, diversifico de esa manera para ver qué funciona.