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Entrevista: Enrique Chávez
La Constitución Peruana: Revisión Crítica (PADUS, 2024) es el último libro del abogado, politólogo y periodista Juan de la Puente. Texto exhaustivo, incluye “comentarios, concordancias, jurisprudencia, definiciones, anotaciones históricas y revisión de leyes orgánicas”.
–¿Cómo surge la idea del libro?
Tenía un manual para el trabajo de mis clases. Pero hace un año y ocho meses empecé a trabajar la parte exegética, es decir, la relación artículo por artículo. Las anotaciones históricas ayudan a entender bastante el porqué de determinados artículos. En los últimos tres meses, mientras esperaba que terminen de aprobar los cambios constitucionales, hice una revisión de las leyes orgánicas más importantes para incluirlas en el texto. Me salió un libro casi de 600 páginas.
–¿El detonante fueron los frecuentes y profundos cambios realizados en el Congreso?
Sí. Sobre todo, porque se produjeron sin una autocrítica previa. El que ha realizado los cambios durante aproximadamente 30 años es un sistema unicameral y de repente se convierte en bicameral solo para ser reelegidos. La otra paradoja es que decían “no me toquen la Constitución” y han cambiado el 25 % de los artículos. Y me parece más grave porque, siendo yo dogmáticamente presidencialista, se han hecho modificaciones en un tono bastante anti presidencialista. Si el presidente de la República quiere prorrogar el estado de emergencia, va a tener que pedir autorización al Senado. Eso es limitarlo.
–Un presidente me comentaba hace varios años que tenían mucho menos poder del que se creía. Pues ahora estás hablando con un ejecutivo casi vaciado de poder.
Bastante disminuido. Sacar a un presidente en el Perú hoy se puede hacer en 15 días, si tienes 87 votos. Sacar a un ministro demora más, 23 días. Esa es la extrema debilidad. Si le das al gobierno facultades delegadas y el Congreso modifica esa legislación, ya no regresa al presidente para que la promulgue, sino que es promulgada directamente por el presidente del nuevo Congreso. Y si no tiene mayoría parlamentaria, que es lo más probable salvo que aparezca un caudillo populista extremo, va a ser probablemente más débil que Kuczynski, Vizcarra y Castillo.
–Indicas que inicialmente este modelo constitucional era sugerente porque exigía colaboración entre las instituciones. ¿La Constitución del 93 tenía más virtudes de las que se le atribuyeron?
Diría que después de la caída de Fujimori; cuando se prohíbe la reelección inmediata, se incorpora el proceso de descentralización y se cambia todo un capítulo de manera bastante consensuada con mucho debate; sí se establece una relación de cooperación entre los dos poderes. Con Fujimori, en cambio, había subordinación del Parlamento al Ejecutivo. El modelo que ha sido destruido tenía 1/3 de separación, 1/3 de control y 1/3 de cooperación. La cooperación ha sido eliminada y también el control del Ejecutivo sobre el Legislativo. Nuestro modelo era muy interesante, era lo que los italianos llaman indiviso político, es decir, donde la cooperación es tan importante como la separación.
–Pero el Perú siempre innova. Fujimori no fue un dictador en el sentido clásico e incluso Hugo Chávez emuló algunas cosas. Ahora se habla mucho de dictadura parlamentaria pero el concepto prácticamente no existe en la politología. ¿Has investigado sobre eso?
Fujimori fue un desafío para las ciencias sociales que tuvieron que adaptar una definición que se llama autoritarismo competitivo para no calificar abiertamente su gobierno como una dictadura, pero tampoco como una “demodura” como proponía Sinesio López. Actualmente hay un problema porque este estado conservador y delictivo no tiene una calificación. Modelos como los de Nicaragua y Venezuela son dictaduras abiertas. Pero el de Guatemala no tiene definición, al igual que otro gobierno tan inestable como el de Haití. En el caso del Perú, tampoco estamos frente a procesos muy originales, muy desafiantes para las ciencias sociales.
–Siempre fuiste un “pactista”. La gran contradicción de nuestros tiempos es que, después de siete años de guerra política sin tregua, ahora vivimos un pacto…
Es un pacto en la cúpula, abajo no hay pacto. Y todos los puentes entre la sociedad y la élite han sido destruidos. Lo que se vislumbra para el 2026 es un enorme abismo, sobre todo fuera de Lima. Creo que se avecina una sociedad muy poco representada. De hecho, Castillo ganó la elección con el 19 % y técnicamente no era un representante. En realidad, representaba y no representaba a la vez. Es decir, el hecho de votar por alguien no significa necesariamente que te represente, porque en este caso el voto termina siendo rechazo, escape, insubordinación, entre otras cosas. Tengo la impresión de que se requerirá mucho tiempo para que se restablezca la relación entre la sociedad y la élite en el Perú, y entonces no creo que la sociedad encuentre una representación. Hay algunos pactos ilegales que se están llevando a cabo en algunas regiones, como en el norte, Madre de Dios, en la Amazonía. Está claro que ese es un acuerdo social bastante perverso.
–Identificas una suerte de Big Bang reciente, que es el gobierno de PPK, con el desempeño del congreso fujimorista, con las censuras y la vacancia, y añades que falta saldar cuentas con el papel que jugó Vizcarra. ¿Él termina de sepultar el modelo?
La presidencia en el Perú ha sido atacada desde adentro y desde afuera. Kuczynski, Vizcarra, Castillo y Boluarte también han devaluado la presidencia. Kuczynski porque delegó, no quiso gobernar. Llegaba al Palacio a las dos de la tarde. Vizcarra conspiró abiertamente contra el presidente durante 90 días, además de ceder cuotas de poder a brujos y secretarias. Castillo, ni qué decir. Y bueno, Dina Boluarte también conspiró contra Castillo.
–Pero concluyes que la respuesta no es una Asamblea Constituyente…
Dos encuestas realizadas por el IEP hace unos años mostraron que una cantidad significativa de personas a favor de una nueva Constitución no necesariamente estaba a favor de una superior a esta, sino de otra que suprima derechos y libertades. Y esta asamblea constituyente de facto realizada en el Parlamento termina desvirtuando la idea de la Asamblea Constituyente como un pacto civilizatorio. No digo que no debamos debatir sobre el tema constitucional, pero en esta etapa no podemos centrar todos los esfuerzos en una Constituyente, cuando tenemos asuntos serios como inversión pública, descentralización e inseguridad ciudadana. Cuando fracasan los dos plebiscitos en Chile, los diez partidos de izquierda que apoyaban la Constituyente publican un comunicado diciendo “no más, postergamos lo de la Constitución y asumimos la agenda actual de Chile”.
–La defensa firme de la Constitución desde la derecha se ha basado en el capítulo económico. Y esa serie de cambios no ha afectado ese capítulo. ¿Cuáles dirías que son las innovaciones necesarias ahí?
El Estado debe combatir la acumulación de poder económico, por ejemplo, a través de los oligopolios y la propiedad cruzada. No me parecen mal los contratos ley, pero deben ser publicados previamente. En la práctica, debería existir igualdad entre el capital extranjero y el nacional, porque actualmente no existe. Chancay demuestra que en este aspecto no hay neoliberalismo sino mercantilismo porque está claro que el capital extranjero tiene privilegios sobre el nacional. También hace falta un mayor desarrollo de los derechos de los consumidores. En general, diría que un modelo que genera un crecimiento del 2 %, con corrupción descarada y un año de recesión, demuestra que el estante neoliberal se ha caído. Es cierto que el modelo heterodoxo no ofrece una alternativa, pero me parece que el modelo actual ya no tiene lugar. Están bailando alrededor de un cadáver.
–El libro del recientemente fallecido Raúl Salazar propone algunas reformas como un impuesto para súper ricos, que no es lo que se esperaría del jefe del plan de gobierno del Fredemo. Si dices que el modelo se acabó, ¿cuál sería la alternativa?
Haría un vínculo entre el último libro de Raúl Salazar y el libro sobre los nuevos 12 apóstoles de Francisco Durand, que también falleció el año pasado. Dice que en el Perú ya no hay dos economías, formal e informal, legal e ilegal, y ya no puedes hablar ya de un modelo puro en este contexto.
–Un representante del actual modelo sería César Acuña. Como también lo es José Luna. Y llama la atención la adaptabilidad del fujimorismo para asociarse con ellos…
Diría que el modelo de Acuña es principalmente económico. Lo segundo es lo político. Es decir, el mercantilismo en su expresión máxima y la acumulación de fuerzas de este mercantilismo ha derivado en un proyecto político para defender. Es curioso, porque en la teoría primero vienen las ideas políticas y después la acumulación económica. Probablemente sea muy parecido a la experiencia del señor Luna. Merca económica acompañada de merca política.
–Los medios han sido muy críticos con la democracia. Y hoy